LA RADIOAFICIÓN EN LA HISTORIA
Los grupos de aficionados a la actividad radial, también denominados clubes de radio, eran agrupaciones en las que sus miembros compartían conocimientos técnicos y experiencias relacionadas con la sintonización de estaciones de otras latitudes; esta forma de sociabilidad que en algunos países fue incipiente, pero que en otros tuvo proporciones considerables, fue la precursora de la audiencia radial. En Colombia, los clubes de aficionados estuvieron conformados mayoritariamente por hombres pertenecientes a privilegiados sectores intelectuales y económicos de las principales ciudades del país, que se sintieron motivados a conformar instituciones en las cuales se fomentaran el gusto y el desarrollo de la radio. La idea era facilitar los conocimientos de la “novísima ciencia de la Radioelectricidad” y permitir que los afiliados realizaran experimentos de manera práctica y económica. Su conformación se justificaba al invocar el conjunto de dificultades a las que debía enfrentarse un aficionado en los años iniciales de esta actividad, pero que de alguna manera se perpetuaban en el tiempo si el interesado no poseía la instrucción necesaria para aprovechar todos los beneficios que le podía proporcionar el aparato radiorreceptor: […] en aquel tiempo era muy difícil conseguir un receptor debido a su alto precio. El afortunado que lo poseía no disfrutaba de él sino a título de ensayo experimental, pues no recibía sino fuertes ruidos y señales imperceptibles de estaciones extranjeras que, por otra parte, transmitían programas sin interés alguno. Se tiene noticia de iniciativas de este tipo en varias ciudades colombianas, por ejemplo, en 1928 se conformó un club en Barranquilla integrado por 23 miembros varones, que se reunían en torno al intercambio de información y nociones de electricidad, electrónica y “tecnología radial” en general, lo que contrastaba con el hecho de que cada miembro se reservaba sus secretos para la sintonización de emisoras. De igual forma se procedió en Bogotá; revistas y periódicos de la época registraron detalladamente las iniciativas y actividades de los vecinos de la ciudad durante los últimos años de la década de 1920: Los suscritos, deseando fomentar el cultivo y desarrollo de la Radio en Colombia, estiman necesario reunir todos los elementos interesados en este fin, y tienen la idea de iniciar la fundación de un Club de Radio en Bogotá, similar a los que existen en Europa y otros lugares de América, para facilitar la adquisición de conocimientos en la novísima ciencia de la Radioelectricidad y realizar experimentos de la manera más práctica y económica posible. El capitalino barrio Chapinero, fue uno de los sectores de la ciudad donde se reportó mayor actividad durante esos años, fueron reiteradas las quejas relacionadas con asuntos como el alto volumen de los radios y la poca pericia de sus propietarios para el manejo de estos artefactos: “Nuevamente suplicamos a los aficionados de Chapinero que arreglen bien sus aparatos, porque las constantes oscilaciones perturban la recepción de los que si saben sintonizar sin molestar a los vecinos”
Con la conformación de la Liga Colombiana de Radio Aficionados (LCRA) en Agosto 18 de 1933 se puso fin a la serie de intentos fallidos por establecer clubes que congregaran radioaficionados, todas las tentativas precedentes tuvieron que enfrentar una suerte de hostilidad contra la actividad radial, producto del desconocimiento que tenía la población sobre la materia, incluida la oficialidad del país, y que en parte fue causa del estigma que hacía ver a la radio como potencial amenaza para los demás medios de información, especialmente para la prensa escrita. Este organismo se congregó en torno al fomento de la actividad radial en el país y en ella fueron acogidos, en calidad de socios, las estaciones radiales, los comerciantes de aparatos radiorreceptores y de repuestos, los técnicos, los aficionados y todo aquel que sin ser experto tuviera simpatía por la actividad radial. Inmediatamente después de la constitución de la Liga se procedió a poner en circulación su órgano de difusión: la revista Radio, que a pesar de tener sede en Bogotá, se nutría de colaboraciones de todo el país. En cada número la publicación entregaba a sus suscriptores, secciones fijas como las notas editoriales que invariablemente abrían la discusión sobre temas neurálgicos, como la persecución a los aficionados, la falta de una legislación para el ramo y la incompetencia de los funcionarios del Ministerio de Correos y Telégrafos para el manejo de lo concerniente a la radiodifusión; otras secciones eran la de correspondencia, la tabla actualizada mes a mes de la emisoras que funcionaban en el país, el seguimiento a los decretos expedidos mensualmente que conferían licencias para la instalación y el funcionamiento de estaciones radiodifusoras por el Ministerio y reportes de sintonía de estaciones extranjeras. Además de estas secciones, la revista publicaba artículos tomados de publicaciones similares originarias de otros países como L’Antenne, Onda corta, Short Wave Reporter, Corriente Continua, Radio Magazine, Communicatios and Broadcast Engineering, World Radio, Le Haut-Parleur y colaboraciones de los socios de la Liga. Este organismo estaba afiliado a agremiaciones como la American Radio Relay League y la International Amateur’s Radio Union, además, sostenía fluidas relaciones con los organismos representantes de ellas en América Latina tales como el Radio Club Venezolano, el Radio Club Uruguayo y el Radio Club Argentino, lo que da cuenta de la existencia de una comunidad transnacional unida por una pasión técnica.
Aunque los propósitos de la Liga y la revista inicialmente fueron “[…] crear opinión y una efectiva afición a la radio” y buscar que estas se extendieran “no sólo a los profanos, sino también con quienes debieran apreciar en su verdadero valor este trabajo […]”, desde 1934 sus miembros se embarcaron en la tarea de elaborar una reglamentación que controlara su actividad. Ese año fue presentado al Ministerio de Correos y Telégrafos un documento preliminar en que se le encomendaba la explotación del servicio de radio-difusión comercial, radio-telegrafía y radio-telefonía para servicio terrestre, fluvial y marítimo, mientras se encargaba al Ministerio de Guerra la explotación de los servicios radio-militares y el control de las estaciones de aficionados. Además, señalaba que las estaciones experimentales o de aficionados, eran aquellas dedicadas únicamente al estudio de la radio-técnica, sin intereses comerciales o fines lucrativos. En julio de 1935 el gobierno colombiano expidió el decreto 1365 por el cual se reglamentaba la concesión de licencias y el funcionamiento de las estaciones radiodifusoras y desde ese momento la Liga se comprometió con la vigilancia por su exacto cumplimiento: Como fuimos tenaces en la exigencia de estas medidas, seremos ahora incansables defensores de ellas, e invitamos para satisfacer este propósito, a todos los radioescuchas colombianos, y de manera especial a nuestros socios y corresponsales dentro y fuera del país, para que nos informen sobre cuantas irregularidades anoten en el servicio, de acuerdo con su nueva reglamentación […]. Sin embargo, lo concerniente a las disposiciones legales que autorizaran la concesión de licencias de experimentación técnica y científica para las llamadas estaciones de aficionados quedó pendiente por algunos años, pese a que las leyes internacionales las respaldaban como cruciales para la formación del personal de radio. Es preciso anotar que durante estos años el país vivía un intenso ambiente de polarización política en el que convivían el creciente miedo por “la amenaza comunista” con la persecución y el silenciamiento por parte del gobierno a cualquier asomo de oposición. Durante el año de 1936 se presentaron varios episodios de decomiso de equipos, detención y multa de radioaficionados bajo pretextos confusos e injustificados. En mayo de ese año se presentó el siguiente incidente por parte de la Fuerza Pública ante la presencia de una presunta estación clandestina que funcionaba en Cali “[…] La policía […] encontró que en una de las piezas estaba montado un aparato transmisor de radiotelefonía con todos los accesorios correspondientes”, y procedió a efectuar el decomiso de los equipos y la detención de sus propietarios aduciendo en un primer momento motivos de protección al comercio en cumplimiento con lo dictado por el decreto 1365, sin embargo, el periódico El Colombiano al publicar la noticia dijo: A última hora hemos sabido que la investigación sobre la estación clandestina decomisada anoche, continuará muy severa, pues hay indicios de haberse hecho comunicaciones que pueden ocasionar graves perjuicios al buen nombre del país en el exterior. Este hecho puso en evidencia la reiterada incompetencia de los funcionarios del Ministerio y la situación de caos que generaban sus contradictorias disposiciones en las radiocomunicaciones del país. Por otro lado, propició un fuerte enfrentamiento entre el Ministerio de Correos y Telégrafos y la Liga como representante de los aficionados y defensora de una legislación completa sobre la materia, no solo sobre radiodifusión ya que “el uso de ondas y aparatos de radio, para fines diferentes científicos e industriales, está entrando paulatinamente en casi todos los campos de la actividad humana”, también alegaba que la reglamentación de radio era necesaria ante su inexistencia y que todos estos aspectos habían sido incluidos en el desestimado anteproyecto de legislación presentado por ella al Ministerio de Correos y Telégrafos, en 1934. Después de estos incidentes, los miembros de la Liga reafirmaron su compromiso con la expansión de la radiodifusión, a través de la renovación de sus estatutos, en los que aparece como objetivo fundamental de la entidad: Hacer del radio entre nosotros algo más que una entretención vulgar, cuando se ha convertido en todo el mundo en una necesidad cotidiana con las prerrogativas y responsabilidades de un servicio público que está llevando los orígenes y las demostraciones de la cultura de los pueblos hasta donde nunca pudo suponerlo la aventurera imaginación del hombre Al plantear esta urgencia de hacer ver la radiodifusión como un asunto serio y fundamental para el progreso del país, a pesar de la incomprensión y la ocasional persecución de las instancias oficiales, los radioaficionados colombianos, al igual que los de otros lugares, mostraron su convencimiento de que estaban ante una herramienta a través de la cual era posible realizar la promesa de la civilización.
Fuente: Los radioaficionados como
precursores de la audiencia radial
colombiana, 1928-1940
Catalina Castrillón Gallego.